No conozco nada ni a nadie,
pero sé que existen tus manos.
Tampoco tolero a nadie:
fragua de inútiles.
Pero sé qué posees.
Ora,cuanto más tiempo pasa,
más los insulto a ellos,
más echo de menos los surcos de tu diafragma perspicuo.
Claro, como nuestro inopinado retroceder.
Terso, porque a tu alma le sobra el llanto que me pertenece.
Transparente, como mi voz que nace.
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