domingo, 14 de octubre de 2012


¿La crisis?

Que la paguen ellos.

 

Después de que la ley de privatización de suelo del 1998 pillase en calzones a los accionistas, inversores y demás hambrienta prole, los bancos aceptaron grandes cantidades de stock inmobiliario sobrevalorado, que se vieron obligados a poner a precios post-burbuja, que dejarían de nuevo en paños menores a la prole.

Como era impensable que esto saliese a la luz, mantuvieron el capital a precio hinchado, mientras mostraban al mundo uno de los mejores resultados de la banca mundial.

La burbuja inmobiliaria estaba ya sufriendo los famosos cólicos de espanto, que estallaron con el desplome de la bolsa y una economía que empezaba a resentirse, mientras que el paro había subido en 1.000.000 (¡y nos asustó entonces! Ahora apunto estamos de ganar la porra con casi 5.000.000)

Pero lo que remataba a la economía era la reducción de flujos de los créditos por parte de los bancos.

El circulo vicioso se retroalimentaba, las empresas andaban fatal de los suyo, no tenían liquidez por la falta de préstamos, facturas impagadas por parte de administraciones, consumo doméstico en caída libre…las familias ya no podían arrastrar más sus suelos congelados con más deuda… y PUM! Se convirtió en LA CRISIS.

Y cerca de 5.000.000 millones de españoles en paro, licenciados, no licenciados y toda la tropa, y recortes en sistema público, y mas ajustes, y familias echadas de sus casas por impago, y reducción de plantilla, que mágicamente… ¡las cúpulas directivas se mantuvieron! no sabemos si para evitar que algún alto cargo destapase las prácticas cometidas hasta el momento y su mundo del capitalista-armonioso nada modesto se desarmase.

Así se retuerce “el gran sueño español”, el de salir el sábado con la parienta a pasear por las tiendas e invertir en artículos de primerísima utilidad como unos descosidos. Ahora algunos han preferido cambiar la tarde de shopping-sábado por la del manifestante perseverante, que a pesar de estar sufriendo la mayor exhibición de violencia por parte de nuestras maravillosas fuerzas del estado, se mantiene impasible en primera fila para que seamos escuchados y defendidos por aquel sistema aquel, aquel estado igualitario del que una vez creí escuchar hablar.

Sinvergüenzas.

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